Arte y Cultura

Diserta experta de la UNAM sobre la Creación en los mitos iranios

Por Norma L. Vázquez Alanís

Existen mitos particulares sobre dos cosas muy básicas y esenciales en cualquier mitología: la creación y la renovación, expuso la doctora en Lingüística por la Universidad de Alicante, España, Shekoufeh Mohammadi, en la conferencia ‘Los mitos iranios: de Mesopotamia al pueblo avéstico’.

La relación entre lo mitológico y lo religioso es muy estrecha, por lo que en incontables ocasiones las religiones adoptan estos mitos dándoles otros colores o matices, pero conservándolos, refirió Mohammadi, quien centró su plática en los mitos de la creación y de la renovación en su recorrido dentro de Irán, desde la primera civilización mesopotámica de Elam hasta los mitos del pueblo avéstico, un grupo étnico lingüístico que vivía en la meseta iraní, y que se conservan hoy día en el islam.

El reino de Elam se asentó en la meseta iraní en el mismo tiempo en que entre los ríos Tigris y Éufrates se desarrollaban otras civilizaciones -asirios, sumerios y acarios- y sus mitos fueron retomados para convertirse en otros que fueron transmitidos al pueblo avéstico, recogidos más tarde en su libro sagrado que es el Avesta.

Dentro del ciclo ‘Mito, religión y Occidente’, organizado por la Biblioteca ‘Ernesto de la Peña’ de la Fundación Carlos Slim, la doctora Mohammadi, integrante del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, precisó que cuando surge Zaratustra, alrededor del año 1200 antes de Cristo, aunque llevó una nueva religión a los iraníes, y en especial a los persas, lo que hizo fue reunir todos los mitos del pueblo avéstico.

El pensamiento politeísta de la civilización de Elam se rescató gracias al arte encontrado en esas zonas de la meseta iraní, donde todos los pueblos eran muy avanzados en la escritura y en el lenguaje, además de que tenían una manera de gobernar y administrar muy avanzada.

Explicó la también profesora de semiótica en la Universidad Panamericana que fue posible reconstruir el mito de la creación en Mesopotamia tomando como base las siete tablas de creación para los babilónicos, que influenciaron los mitos de Elam transmitidos luego al pueblo avéstico.

Este mito de creación narra que al principio de los tiempos cuando todavía no había nada, solamente existía un océano muy profundo y oscuro, era el abismo infinito en forma de un mar oscuro; esta agua abismal tenía varios nombres, el más importante era Tiamat, y se le atribuían características femeninas, su representación física era la de un dragón, un ser malvado que sabía utilizar la magia. Pero al mismo tiempo existían -aunque se desconocía cómo surgieron- los habitantes de un cielo, pero no en el sentido que conocemos hoy día, eran luminosos y vivían arriba. Tiamat estaba abajo.

Los dos reinos, el de lo oscuro y el de lo luminoso coexistían pacíficamente hasta que Tiamat comenzó a crear dragones, serpientes, hombres escorpión y otros seres mágico-demoniacos que pudieran agredir al reino de la luz, entonces los dioses luminosos tuvieron que responder, pero lo hicieron enviando mensajeros a dialogar con Tiamat.

En este sentido, dijo la doctora Mohammadi -quien ha traducido textos literarios y poéticos del persa al español- aquí se generó la tradición del diálogo, del valor de la palabra que es algo que prevaleció en todas las culturas que estuvieron en la zona de Mesopotamia.

Sin embargo, ella ignoró a los mensajeros y continuó el ataque, por ello los habitantes del cielo eligieron a Merodach, hijo de Ea (dios de las aguas fértiles) dotándolo de poderes absolutos para que destruyera a Tiamat, es decir es decir a la magia, la maldad o la oscuridad.

Merodach emprendió la batalla contra el mal y derrotó a Tiamat; una vez vencida la cortó y con una parte del cuerpo hizo los cielos y con la otra las tierras, dejó correr su sangre sobre el mundo para crear los ríos y los mares. Merodach, quien era un dios solar y este astro desempeñaba un papel muy importante tanto en la fertilidad como en el derrocamiento de lo obscuro, pidió permiso a su padre para crear al hombre, entonces se cortó el cuello a fin de que con su sangre y la tierra los otros dioses crean a los hombres, así estarían dotados con lo divino.

La investigadora nacida en Kermanshah, Irán, y avecindada en México comentó que el tema de los dragones y los héroes encargados de matarlos es un mito muy primitivo, desde tiempos inmemoriales se ha hablado de que cada año los dioses daban muerte a los dragones de la sequía o a los que habían atrapado las aguas o la luz. Así el dragón siempre ha estado relacionado con la magia, la oscuridad y el apresamiento, mientras que el dios mata-dragones tenía un mando divino, era luminoso y poseía el poder de la liberación. En algunas civilizaciones los dragones o serpientes eran los guardianes de los tesoros y del inframundo.

Acerca del mito de renovación, la doctora Mohammadi citó dos en particular: el de los dragones míticos de la sequía y la fertilidad, y el de Inanna y Dumuzi.

En el primer caso, todos los años, en cierto punto de las estaciones, el dragón de la sequía atacaba la tierra y raptaba a las deidades de la fertilidad y de las plantas, pero seis meses después el dragón de la fertilidad mataba al dragón de la sequía para liberar a las deidades y el mundo rejuvenecía y todo se renovaba, así otoño e invierno estaban relacionados con el dragón de la sequía y la primavera y verano con el de la fertilidad.

En la misma línea, el otro mito cuenta que Inanna tenía un reino hermoso sobre la tierra y un día decidió visitar a su hermana, reina del inframundo, con el propósito de adueñarse de ese feudo, pero su hermana era más poderosa la despojó de su potestad y la apresó. Inanna quedó retenida en el inframundo sin poder salir de ahí como si ya hubiese muerto; pidió ayuda y el dios sumerio Enki logró pactar con la reina para que Inanna regresara al mundo de arriba y mandara alguien para sustituirla abajo y ella envió a Dumuzi, su marido, quien no se había preocupado por buscarla y estaba acompañado de otras doncellas.

Como Dumuzi era dios de las plantas si era consignado al inframundo la tierra estaría seca, por esta razón la hermana de éste decidió compartir con él su estancia allá para que Dumuzi permaneciera seis meses abajo y otros seis arriba. De nuevo tenemos el mito de la sequía y la fertilidad relacionado con las estaciones del año, apuntó la doctora Mohammadi.

Por último, la especialista habló de otro mito iranio de renovación, el de Siyawash, un príncipe muy puro adoptado por Rostam, uno de los héroes más importantes de Irán, para convertirlo en un héroe valiente, sabio y justo. Siyawash regresó a su tierra donde tuvo diferencias con su padre Kay-Kavous, por culpa de Soudabeh -una mujer traicionera y malvada cuya figura responde al mito mesopotámico de las deidades de la oscuridad- y tuvo que exiliarse en Turan -tierra de los turcos-. Ahí luego de que se casó con la hija del rey recibió una muerte injusta a manos del propio monarca, que con una daga le cortó la cabeza.

Sin embargo, años después un hijo de Siyawash asesinó al rey de Turan, así restableció el orden y la justicia, lo que significó una renovación del mundo; este mito se conserva actualmente en el islam, concluyó la doctora Mohammadi.

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