Política

Luis Donaldo Colosio

• Un México con hambre y sed de justicia …

• El clamor popular lo sustenta  como un crimen de Estado, por razones de seguridad nacional nunca fue aclarado

• Las publicaciones, ensayos e investigaciones oficiales, la mayoría contradictorias, lograron su propósito, no llegar a nada

 

Por Josué Beutelspacher Huizar*

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José Córdoba Montoya y Carlos Salinas de Gortari, personajes siniestros que enturbiaron la investigación del magnicidio

 

La conmemoración del 20 aniversario luctuoso de Luis Donaldo Colosio Murrieta dejó en claro que la herida sigue abierta en el pueblo de México y contra todo pronóstico hoy son los jóvenes, esos que apenas eran niños cuando ocurrió el magnicidio, los que recogen sus banderas y defienden su ideario nacionalista y justiciero, mismo que le costó la vida y  llevó al país a un grave retroceso maximizado por el despotismo tecnocrático de Ernesto Zedillo, la tozudez ranchera de Vicente Fox y la sangrienta  guerra de Felipe Calderón contra el narcotráfico.

Hoy México no es muy distinto al que pretendió cambiar el político sonorense, siempre adelantado a su época, cercano a la gente, tanto que esa condición selló su destino en Lomas Taurinas, una polvorienta colonia de Tijuana, Baja California.

En 1993, Carlos Salinas de Gortari lo designó personalmente como su alfil  príista a la Presidencia. Economista de profesión con especialidades en desarrollo rural y economía urbana se ganó a pulso la nominación desde que ingresó al gabinete legal como titular de la cartera de la Secretaría de Desarrollo Social.

Era, sin duda, un político prominente que en su trayectoria se desempeñó  como diputado, senador y dirigente nacional del propio Revolucionario Institucional.

No obstante  su apego a los ideales y su convicción  de la urgente necesidad de cambios a fondo en la política económica para terminar con el imperio de  unas cuantas familias que detentaban y detentan gran parte de la renta nacional, terminó con sus aspiraciones y con su vida.

Todavía resuena en la cúpula del Monumento a la Revolución su mensaje convencido y desesperado por un cambio verdadero: «Veo un México con hambre y con sed de justicia».

Inevitable fue desde ese 6 de marzo de 1994 la fractura  con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, como el respaldo social que logró de la misma gente agraviada a la que también se refirió Colosio en su polémico discurso pronunciado en el marco del acto conmemorativo del LXV Aniversario del PRI.

«veo un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por el abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.» Había señalado

«Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder», había también expuesto con tono firme y grave, tanto como para que llegase  a todas las cúpulas de poder.

Y remataba para no dejar lugar a dudas del destinatario del mensaje:  «Reformar el poder significa un presidencialismo sujeto estrictamente a los límites constitucionales de su origen republicano y democrático.»

No pasó mucho tiempo para que ese mensaje contundente se transformara en largo epitafio.

Una serie de  irregularidades en su seguridad comenzaron a darse después del polémico mensaje. Curiosamente fue llevado a un gran mitin a una de las colonias con mayor grado de exposición y riesgo. Lomas Taurinas ni siquiera esta contemplada en la agenda, tanto así que fue una sorpresa para propios y extraños , ya que hasta los medios informativo estuvieron casi ausentes.

Fue allí donde hace su fatal aparición el ejecutor. Mario Aburto Martínez, un obrero de 23 años, fue señalado como el presunto responsable. Aburto fue capturado a la salida del mitin y, al rendir su declaración, se declaró culpable del homicidio.

 No obstante, las incongruencias del caso comenzaron a hacerse presentes, al especular sobre la imposibilidad de que una sola persona pudiera haber realizado los dos impactos de bala que mataron a Colosio Murrieta.

En el curso de las investigaciones las contradicciones se profundizaron. Aparecieron nuevos sospechosos y fue imposible parar el «rumor» convertido en clamor por llegar al autor intelectual del magnicidio.

Las primeras grabaciones televisivas contradecían, horas después del asesinato, la identidad de Mario Aburto. Era moreno y apareció de tez clara, era chino y sfue presentado lacio. Surgieron y crecieron las versiones de  tres supuestos «Marios Aburtos».

Conforme transcurrieron las horas y los días nuevos actores se sumaron a la larga lista de sospechosos. Vicente y Rodolfo Mayoral (padre e hijo), además del ex policía Tranquilino Sánchez fueron presentados a los medios como posibles coautores del magnicidio y la maraña ciomenzó a crecer y crecer para conformarse en novela barata de escándalo policiaco.

Así comenzó la creación de fiscalías especiales que se tornaron igual de tortuosas como el crimen mismo.

El primero fue  Miguel Montes, quien inició la investigación a partir de la hipótesis de un complot para efectuar el crimen en el que habrúia tres, cuatro y más autores materiales e intelectuales.

A pesar de ello el entonces procurador General de la República, Diego Valadés retomó la hipótesis del asesino solitario, lo que acrecentó, quizá intencionalmente, la gran confusión que ya existía  y que parecía disañada ex profeso para impedir el esclarecimiento de los hechos.

 Según el análisis de los disparos realizados a Colosio (uno en la sien derecha con trayectoria hacia la izquierda y el otro a la altura del abdomen con trayectoria de izquierda a derecha), se concluyó que Mario Aburto pudo haber hecho ambos, gracias a un giro de 180 grados que el cuerpo del candidato realizó como producto del primer tiro.

Naturalmente todas las conclusiones  generaron un clima de crispación política y social creciente que derivó en el cese de Miguel Montes como fiscal especial para el esclarecimiento del homicidio y a él le siguió otra prominente jurisconsulta:  Olga Islas, quien se hizo cargo de la investigación del caso.

Fue durante esta fiscalía que Mario Aburto  hizo una recreación de los hechos desde prisión y convenció a la fiscal de haber actuado solo, por lo que se le condenó a cumplir una sentencia de 45 años en la cárcel.

Pero los tiempos oficiales no se detuvieron. La candidatura y posterior elección de Ernesto Zedillo como presidente  generó cambios de fondo en las investigaciones y a pesar de las cartas que el mismo Zedillo había dirigido al propio Colosio, en las que se creaba la sospecha sobre su posible involucramiento, se comprometió a iniciar desde cero la investigación del magnicidio, para lo cual el procurador panista  Antonio Lozano Gracia designó a Pablo Chapa Bezanilla como nuevo fiscal.

Era febrero de 1995y el surgimiento de un nuevo sospechoso cambió la dirección de las investigaciones.

El señalamiento de Othón Cortés Vázquez, ex chofer del CEN del PRI en Tijuana, quien también aparecía a un lado de Colosio el día del atentado dio un giro improvisto al caso.

Al igual que los supuestos cómplices iniciales de Mario Aburto, Othón Cortés fue detenido, torturado y encarcelado. De acuerdo con sus revelaciones en el libro El segundo tirador (2009), Lozano y Chapa pretendían que él incriminara al general Domiro Sánchez Reyes, jefe de seguridad de Colosio  y al entonces gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones.

Con todo esta versión nunca se confirmó y Chapa Bezanilla llevó la investigación a niveles circenses con el involucramiento de actores dignos de historieta, con los que también fue relevado en agosto de 1997 por el cuarto y último fiscal especial, Raúl González Pérez, quien con su formación científica  ofreció a los mexicanos una versión más precisa, basada en pruebas científicas realizadas a la ropa que el candidato vestía el día del mitin. El subprocurador concluyó que los disparos que acabaron con la vida de Colosio fueron realizados por un mismo individuo.

Si bien y con muchos vaivenes se estableció la «verdad jurídica» y se confirmó, también legalmente que el autor único del magnicidio era Mario Aburto, sobrevive hasta nuestros días la sospecha sobre la autoría intelectual del magnicidio.

La investigación oficial se encuentra en un expediente que podrá abrirse hasta 2035, fecha en que Mario Aburto cumpla su sentencia de 40 años. El archivo está conformado por varios libros con documentos, 16 discos magnéticos, cuatro cintas de video en formato VHS, y en un sobre sellado, las contraseñas para acceder a la averiguación previa. Considerado de alto valor histórico, el material sobre el caso Colosio se encuentra resguardado en el Archivo General de la Nación, que paradójicamente está en el otrora «castillo negro», la ex penitenciaría de Lecumberri.

Y de cualquier manera, Aburto debería, desde la prisión de Huiminguillo, Tabasco, donde se encuentra, declarar que es él mismo quien no desea ser entrevistado por ningún periodista.

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