Arte y Cultura

Gabriel García Márquez y su verdadera pasión

  • El creador del «realismo mágico», siempre significó su amistad con Fidel Castro, que fue firme aún en los peores tiempos de aislamiento y luchó siempre por levantar el inmoral bloqueo contra Cuba
  • Por su convicción de izquierda fue que desarrollo con igual habilidad su faceta de agudo periodista, ya que nunca olvido las condiciones en que transcurrió su infancia en Aracataca, Colombia

ESPAÑA GARCÍA MÁRQUEZ

 

«Soy un periodista, fundamentalmente. Toda la vida he sido un periodista.Mis libros son libros de periodista, aunque se vea poco. Pero esos libros tienen una cantidad de investigación y de comprobación de datos y de rigor
histórico, de fidelidad a los hechos, que en el fondo son grandes reportajes novelados o fantásticos, pero el método de investigación y de manejo de la información y los hechos es de periodista»

Con el deceso del creador del «realismo mágico», no sólo quedaron huérfanas las letras hispanas, sino la literatura universal que perdió a su Nobel latinoamericano, región a la que amo entrañablemente y ofreció lo mejor no sólo de su incuestionable talento, sino de sus ideales y principios revolucionarios, los que inspiraron gran parte de su obra.

Para Marcelo Ebrard, ex jefe de gobierno capitalino, el fallecimiento de García Márquez, precisó, representa una pérdida irreparable, no sólo para la comunidad intelectual del mundo, si no para las corrientes progresistas y de
izquierda del nuevo entorno global, que encontraban en el querido Gabo un interlocutor valido para solucionar controversias.

Su partida deja un vacío difícil de recuperar, pero sus enseñanzas y ejemplo perdurarán por siempre. Concluyó Ebrard Casaubon

Brillante como escritor, Gabriel García Márquez no lo fue menos como embajador de buena voluntad de las naciones latinoamericanas frente a las naciones desarrolladas.

Aunque sus gestiones a favor de la democracia de la región le causaron diversos problemas y hasta persecución soterrada, García Márquez fue hábil intermediario en incontables ocasiones, dado su innegable peso entre la comunidad intelectual internacional, con la que compartió buena parte de su lucha por levantar el inmoral bloqueo contra Cuba.

Su identidad latinoamericana, su acentuado sentido de la justicia y su vocación de izquierda, le llevaron a crear sólidos lazos fraternos con Fidel Castro, presidente de la isla caribeña, con quien compartió innumerables retos a favor de la dignidad del pueblo cubano.

Si bien respetado como connotado escritor, García Márquez siempre se significó políticamente por sus ideales de izquierda que le generaron conflicto con las dictaduras de Laureano Gómez y Gustavo Rojas Pinilla.

Más grave fueron las diferencias con la presidencia de Julio César Turbay Ayala (1978-1982), ya que el brillante escritor fue acusado de colaborar con la guerrilla M19, lo que llevó a que se exiliara y pidiera asilo político en México (1981).

El Diario de Huila, en Colombia publicó que Alfonso Gómez Méndez, ministro de justicia de Colombia, quien fungiera como abogado de García Márquez cuando salió de Colombia narró: «Yo conocí a García Márquez, a raíz de que durante la época del estatuto de seguridad (gobierno de Turbay), un sector de las Fuerzas Militares de la época, estaba tratando de vincularlo con el M-19».

«Gabo tuvo acercamientos con esos grupos pero también con las FARC y ELN, siempre en la dirección de buscar la paz de Colombia. Dentro de ese contexto es cuando tratan de armarle ese proceso y entonces él sale del país porque le llega una información muy creíble que estaban pensando capturarlo», recordó.

García Márquez llama a Jaime Castro (tuvimos oficina juntos) buscando un abogado penalista. Yo asumo, entonces, su defensa. Y cuando logramos demostrar judicialmente el montaje que se le estaba haciendo, lo llamo a México, le leo la providencia y él declara terminado su exilio», dijo al rotativo su ex abogado.

«García Márquez fue, si, muy cercano a las ideas de izquierda y socialdemócratas, pero siempre trabajó por la solución política del conflicto armado; fue un hombre de paz, no se le pasaba por la cabeza jamás que las tensiones sociales podían resolverse por la vía de las armas. Y si acaso, su cercanía con sectores de la guerrilla era para llevarlos a una mesa de negociación», concluye en la entrevista quien fuera su defensor.

Congruente siempre, García Márquez tuvo posiciones políticas progresistas, alternativas, incluso su amistad con Fidel Castro, firme aún en los peores tiempos de aislamiento, habla de esa congruencia, misma que lo distanció de
escritores como el peruano Vargas Llosa, precisamente por eso no quiso hacer parte del grupo de intelectuales latinoamericanos que decidieron aislar a Cuba del mundo en los años 60, 70.

Cabe recordar que en su momento el presidente colombiano Julio César Turbay decretó el estado de sitio y expidió un estatuto llamado «de seguridad», que permitía, por ejemplo, que a los civiles los juzgaran tribunales militares. Ese estatuto además restringía las libertades, restringía los derechos, aumentaba las penas, y se pusieron presos a muchos intelectuales, académicos, periodistas. Todo sospechoso era encarcelado por los militares. Precisamente una de las razones que llevaron a García Márquez a dejar Colombia, principalmente porque le llegó el rumor de que lo iban a detener, para interrogarlo, diciendo que tenía supuestos nexos con el M-19.

Es durante la presidencia de su amigo Belisario Betancur (1982-1986), que Gabriel García Márquez decidió regresar a Colombia, aunque la extrema violencia imperante le llevó nuevamente a dejar el país.

Su libro «Noticia de un secuestro» de 1996, historia basada en una serie de secuestros ordenados por «el rey de la cocaína» Pablo Escobar, fue escrito mientras Colombia se sumergía en un clima de terrible violencia a causa del
narcotráfico.

A pesar de convertirse en orgullo colombiano y latinoamericano al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982, el presidente conservador de Colombia, Belisario Betancur, trató de aprovechar su prestigio internacional ofreciéndole puestos como embajador en varios países de Europa. El escritor se negó, proclamándose un «colombiano errante y nostálgico».

Pero su espíritu errabundo cedió ante la calidez mexicana, que lo cautivó a tal grado que le dedicó su residencia, no sin tropiezos intermedios.

Asentado en México Gabo, como gustaba que lo llamaran, vivió también episodios persecutorios.

«El Universal», da cuenta de algunos de esos capítulos poco conocidos de la vigilancia de que era objeto por parte de la extinta Dirección Federal de Seguridad, principalmente en la época en que el socialista François Mitterrand ocupó la presidencia de Francia.

Extraídos del Archivo General de la Nación, en documentos hasta ahora inéditos de los servicios de inteligencia mexicanos se da cuenta que por ese tiempo la casa de Gabriel García Márquez, ubicada en el Sur de la Ciudad de México, era también epicentro diplomático

El colombiano residente en México desde los años 60, ya entonces era vinculado con la izquierda latinoamericana.

En esta investigación exclusiva del rotativo se da cuenta de que el primer documento que la inteligencia mexicana recogió como antecedentes del escritor está fechado en noviembre de 1967, cuando el Gabo participó como delegado colombiano en el II Congreso Latinoamericano de Escritores, organizado en el DF, Guanajuato y Guadalajara.

El segundo es la transcripción de una carta abierta de un «grupo de intelectuales que se solidariza con los presos políticos» después de la represión estudiantil en octubre del 68. El último es el reporte de su salida por avión hacia Cuba en agosto de 1985. A partir de esa fecha, toda la información continúa clasificada en los archivos del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen).

Las actividades de Gabo como intermediario entre militantes de la izquierda latinoamericana y el equipo de Mitterrand son uno de los episodios más amplios que consignan los documentos de la DFS, refiere la investigación
periodística.

Los ideales socialdemócratas de García Márquez permanecieron incólumes hasta el día de su deceso, el pasado 21 de abril, jueves santo. Su compromiso social, estuvo vigente no sólo en su obra, sino en su actuación profesional, personal y aún familia, ya que fue el mayor de once hermanos y pasó sus primeros años con sus abuelos maternos, con gran influencia de su abuelo.

Desde temprana edad fue marcado por la huelga de las bananeras de Colombia de 1928, que acabó con el fusilamiento de los huelguistas, hecho que, de una u otra manera saldrían en sus obras.

Desde su infancia mostró una gran imaginación, que comenzó a plasmar en poemas en su adolescencia, mientras estudiaba en el colegio jesuita de San José, en Barranquilla, Colombia.

En el Liceo Nacional de Zipaquirá, cerca de Bogotá, escribe para el periódico del centro y en 1944 publica en el suplemento literario El Tiempo sus artículos «Canción». Por aquella época conoce a la que sería su esposa, Mercedes Barcha, en un viaje a Sucre -se casarían en 1958 y tendrían dos hijos, Rodrigo y Gonzalo- y se matricula en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Bogotá.

Pero sus dotes creativas le llevaron a dejar la carrera de Derecho y a centrarse en la literatura y el periodismo, en El Universal de Cartagena, Colombia, empezó a colaborar en 1948. Para entonces, (1947) ya había publicado su primer cuento «La tercera resignación» , y preparaba la que sería su primera novela: «La hojarasca», que apareció en 1955.

Miembro de la Academia colombiana de la Lengua, impulsor de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, con sede en La Habana, Cuba (1985) y de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (1994), García Márquez fue también un revolucionario del lenguaje.

Relacionado en México con autores como Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Fernando Benítez, Manuel Barbachano y Carlos Monsiváis, trabajó también intensamente como guionista cinematográfico y uno de sus guiones más conocidos «Tiempo de morir», fue realizado por Arturo Ripstein.

También como guionista figuran varias películas, entre las más recordadas están «El gallo de oro» (1963-64), basado en el cuento homónimo de Juan Rulfo, trabajo que realizó al lado de Carlos Fuentes, y gracias al cual entabló una estrecha amistad con el autor de «La región más transparente».

No obstante declinó esta faceta de su vida convencido de que debía centrarse en la literatura. Fue así que en 1965 se dedica a terminar su obra cumbre: «Cien Años de Soledad» , considerada ícono de la literatura universal,
apenas después «El Quijote».

Casi dos años le llevó a Gabo terminar esta novela que ha sido traducida a 35 idiomas y vendido más de 30 millones de ejemplares, misma que se publica en junio de 1967, con un éxito inmediato.

Entre 1967 y 1973 vive en Barcelona, España, muy cerca de la casa de su amigo Mario Vargas Llosa, con quien rompió toda relación en 1976 tras un puñetazo que le propinó el peruano por diferencias ideológicas.

Precisamente por su convicción de izquierda fue que desarrolló con igual habilidad su faceta de agudo periodista, ya que nunca olvidó las condiciones en que transcurrió su infancia en Aracataca, Colombia, una aldea perdida en
el Caribe colombiano que renace una y mil veces bajo el nombre de Macondo gracias a su extraordinaria capacidad fabuladora.

Sobre su obra, el propio literato llegó a declarar que el parteaguas de su carrera fue la revista «Mito», bajo la dirección de Jorge Gaitán Durán en la que publicó un capítulo de «La hojarasca», el «Monólogo de Isabel viendo
llover en Macondo» (1955) y «El coronel no tiene quien le escriba» (1961).

En esa época, desarrolló a la par trabajo periodístico y literario, entre el cual se cuentan una recopilación de artículos periodísticos: «Textos costeños» (1981) y «Entre cachacos» (1983), y reportajes novelados como
«Relato de un náufrago» (1970) y «Noticia de un secuestro» (1996) que convertiría en libro.

Hijo de Gabriel Eligio García, telegrafista primero y boticario después, y de Luisa Santiaga Márquez Iguarñan, cuya historia de amor, obstaculizada por la oposición del padre de ella, con el coronel Nicolás Ricardo Márquez,
serviría de inspiración a Gabo para escribir «El amor en los tiempos del cólera».

Para la década de 1970, García Márquez publicó diversas obras también celebradas, como el libro de cuentos «La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada» (1972) y la novela «El otoño del
patriarca» (1975), que aborda el tema de la dictadura y en el que reitera sus ideales como social demócrata..

Posteriormente, se dieron a conocer «Crónica de una muerte anunciada» (1981), la crónica política «La aventura de Miguel Littin» (1986) y «El general en su laberinto» (1989).

La calidad de sus libros y su memorable trayectoria le valieron reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura en Colombia, en 1965; el Internacional de Novela «Rómulo Gallegos» (1972), y desde luego el Nobel
de Literatura 1982.

A lo largo de su vida recibió incontables homenajes, aunque fue 2007 un año especialmente significativo para Gabo, por su 80 cumpleaños, el 40 aniversario de «Cien años de soledad» y los 25 del Nobel: Además ese año honraron su figura la Casa de América de Madrid y sendos Congresos de la Asociación de Academias de Lengua Española (Medellín) e Internacional de la Lengua Española (Cartagena de Indias).

Vivir para contarla es la autobiografía en formato de novela que el propio García Márquez publicó en 2002

Uno de los libros que mejor describen su biografía es: «Gabo, Periodista», una coedición del Conaculta, la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y el Fondo de Cultura Económica (FCE), que
reúne lo mejor de su obra periodística, c on un conjunto de textos que hablan de ella y de su influencia en el que siempre consideró «el mejor oficio del mundo».

En él se da cuenta de que la pasión del «Gabo» siempre fue fiel a la actividad periodística que desde su trinchera literaria también ejerció.

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