Arte y Cultura

Nunca pudieron las autoridades acabar con las poderosas cofradías

Por Norma L. Vázquez Alanís

Durante una conferencia sobre ‘Los fondos de cofradías en el Centro de Estudios de Historia de México’ (CEHM), la doctora Alicia Bazarte explicó que el acervo sobre cofradías, gremios, congregaciones, obras pías, patentes, sumarios de indulgencias y de perdones, santas escuelas y de fe durante el virreinato, es muy vasto y ayuda a comprender el sentido de pertenencia a toda asociación, “indispensable para la vida terrena y el más allá”.

Aseguró que los documentos de las cofradías son de inmenso valor histórico porque fueron las asociaciones más importantes después de la familia, aun por encima de la parroquia y por eso durante los siglos XVI al XIX las autoridades siempre quisieron acabar con ellas, pero nunca pudieron.

La doctora Bazarte, quien es egresada de la UNAM y docente e investigadora en la Escuela Superior de Economía del IPN, disertó acerca del ‘Libro de cuentas de Nuestra Señora del Rosario’ y parte de los ‘Sermones de Nuestra Señora de Covadonga’, que pertenecen al cuantioso material que, sobre el tema, posee el CEHM.

Recordó que se denominan cofradías o congregaciones eclesiásticas a las asociaciones formadas principalmente por seglares, canónicamente instituidas y gobernadas en el caso de Nueva España por el obispo, para promover la vida cristiana por medio de especiales obras buenas, ya de culto divino, ya de caridad para con el prójimo, mientras que las archicofradías son las cofradías que tienen el derecho de agregar a muchas de ellas con su mismo nombre y finalmente ser erigidas canónicamente, y mediante esta agregación se les pueden comunicar indulgencias y muchos otros privilegios.

También explicó que al considerarse todos hermanos dentro de ese tipo de asociaciones, establecen una alianza y un vínculo de parentesco espiritual muy fuerte que se refleja en el modelo de prácticas religiosas con todo un sistema político, social y económico. Las cofradías de españoles jugaron el rol más importante en la sociedad de la Nueva España, pues tenían constituciones y reglamentos para todos los órdenes de la vida individual y para la corporativa.

Limosnas de lujo

Acerca del ‘Libro de cuentas de Nuestra Señora del Rosario’, Bazarte -doctorada en historia de sociedades y economías de los siglos XIV al XIX por la Escuela de Altos Estudios de Francia- señaló que abarca de 1586 a 1693 y desglosa los gastos que se hicieron en la construcción de la capilla de Nuestra Señora del Rosario, en el convento de los dominicos de Puebla.

Este libro, apuntó la también integrante del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, es una verdadera obra de arte y es grandioso en todos los sentidos, por su buen estado de conservación, por las acuarelas que lo decoran y por sus adornos de piel con listones de seda formando una greca de dobles X. Consta de 631 hojas con diferentes tipos de letras manuscritas, desde procesal cursiva o procesal encadenada, hasta gótica.

En su conferencia, incluida en el ciclo ‘50 años recuperando historias’ organizado por CEHM para celebrar su medio siglo de existencia, la catedrática expuso que en el libro de cuentas se registraban todas las propiedades de la cofradía, las cuales se rentaban con un interés anual de dos o cinco por ciento y era uno de sus principales activos junto con las cuantiosas limosnas que recibían, no las que se recogen en las misas, sino las importantes sumas de los cofrades o benefactores, quienes donaban sus casas, haciendas o dinero en efectivo, porque las cofradías se encargaban de sus entierros y oficiaban misas perpetuas en su nombre.

Detalló la doctora Bazarte que todas las cofradías tenían que hacer una obra piadosa o de caridad y por ello los haberes de sus cajas eran muy importantes; también prestaban capitales a rédito. Se encargaban de la asistencia social de la población, pero quien no estuviera en una cofradía no tenía derecho a este beneficio; además gastaban en las dotes de las muchachas huérfanas, pues no se podían casar si no tenían una dote.

De igual manera, si un padre no tenía recursos, inscribía a su hija en la cofradía como solicitante y había una rifa anual para que, a quienes tuvieran la suerte de salir premiadas, se les otorgara esa dote y pudieran casarse o entrar en un convento. Esta costumbre dio origen al dicho: “esta muchacha no sale ni en rifa”.

Los gastos más elevados eran por funerales de los cofrades, pues eran entierros muy solemnes que duraban hasta ocho días y luego seguían las misas todo el año; algunos cofrades dejaban capitales expresamente para que a todos los asistentes a las misas se les diera un peso de plata, que era muchísimo dinero si se toma en cuenta que la economía se manejaba con reales.

Otras erogaciones fuertes eran por las fiestas de las propias archicofradías y por las costosas velas que utilizaban, ya que debían ser de la más blanca y fina cera de Castilla; no se aceptaba la cera de Filipinas o de China, que también era de muy buena calidad, porque el producto era monopolio español. Además, era costumbre “no escatimar en la luz que es vida, recuerdo y muerte”, explicó la conferencista.

Pérdidas a causa de la Independencia

Respecto a los ‘Sermones a nuestra señora de Covadonga’, la experta precisó que son españoles y el CEHM resguarda los 30 que existen, de los cuales comentó acerca de dos. Uno es panegírico y exalta las virtudes de la virgen de Covadonga y otro en el que se habla sobre los fondos que reunieron entre 1806 y 1807 los asturianos integrantes de la cofradía (mil 800 pesos por congregante) con el propósito de fundar un colegio para niñas españolas.

Bazarte explicó que la congregación de la virgen de Covadonga fue fundada en Nueva España en 1629 por asturianos que instalaron un altar a esa advocación en el convento de Santo Domingo en la ciudad de México, aunque desde el año 700 el de Covadonga en España fue un templo de gratitud a la virgen, a cuya intercesión fue atribuido el triunfo de las armas cristianas sobre el Islam.

Cuando, en 1775 los congregantes quisieron establecer su cofradía en Nueva España, se habían hecho reformas al Episcopado para que no hubiera más asociaciones de ese tipo, que tanto poder tenían en ese tiempo; más bien se pretendía reforzar las parroquias, por lo que los interesados se fueron a España, donde la fundaron.

Por esos años sucedió algo que les ayudó a los cofrades: se incendió la cueva del santuario de la virgen de Covadonga, no quedó nada y se necesitaba restaurar toda la capilla, así que los cofrades asturianos avecindados en Nueva España recolectan mucho dinero y los mandan a España. Y por esa “gracia”, el rey de España la nombró “congregación real”, es decir, quedó bajo su custodia y fue la única que tuvo ese estatus en México; la cédula real que así lo acredita, está en el Archivo General de la Nación.

Finalmente esa cofradía perdió todo su dinero cuando Francia declaró la guerra a España, pues el rey había dicho a sus miembros que necesitaba recursos y que los enviaran a España y él les daría a cambio vales reales para garantizar su devolución y los intereses devengados. Pero tuvo lugar la independencia de Nueva España y nunca más se volvieron a pagar esos capitales.

Tan solo del arzobispado de México se fueron a la península más de cinco millones de pesos y también se perdió lo que la cofradía de Covadonga tenía para su colegio de niñas. Sin embargo esa cofradía existe aún, nunca se acabó, logró subsistir a pesar del azaroso siglo XIX, la guerra de Reforma y la Revolución. Hasta nuestros días, sus misas y fiesta las hacen en el convento de Santo Domingo en la ciudad de México, concluyó la doctora Bazarte.

 

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