Salud

Biorritmo

La vida como es…

De Octavio Raziel

 

A través de la historia, el ser humano se ha preocupado por su buena o mala suerte. Griegos y romanos, orientales o africanos, quemaban vísceras, tiraban huesos o caracoles antes de iniciar la batalla, casarse o simplemente esperar lo que los astros les traerían.

Para las culturas mesoamericanas que adoptaron el año de 18 meses de 20 días, completaban el ciclo de 365 con 5 días “huecos”, aciagos, nefastos, que traían mala suerte. A los 52 años hacían los ajustes del Fuego Nuevo, por aquello de los bisiestos.

En la década de los 70 apareció el biorritmo que fue toda una moda; conjunto de ciclos de energía que afectan, positiva o negativamente a los individuos, partiendo de la base del día de su nacimiento hasta el momento del cálculo a que obliga este seguimiento.

Según este sistema, decían, podrían vislumbrar los periodos de debilidad o fortaleza, de energías positivas o negativas a lo largo de la vida personal. Los pilotos de aviones, los conductores de maquinaria peligrosa, los militares y hasta los estudiantes acudían a los cálculos para tomar las decisiones pertinentes.

         Aparecen en el biorritmo las líneas de lo físico, lo emocional y lo intelectual. Éstos suben y bajan a lo largo de nuestra vida, de nuestro año, de nuestro momento. Conocernos, saber que a un periodo positivo sigue uno negativo, luego otro positivo; algunas más cortas o más largas y así, mientras estemos vivos.

Se hacían sesudos cómputos para dar con esos momentos tan deseados de conocer.

¡Pamplinas!

Desde niño fui muy observador (mi aspiración fue ser un gran pensador, profesión poco cansada y de mucho disfrute) y ya para entonces aseguraba que el alma, espíritu, aliento, energía, eran pequeños bichitos que vagaban sin aparente rumbo por el Universo. Cuando en la Tierra –supondría que también en el caso de los marcianos, venusinos o en los exoplanetas—había la unión de un espermatozoide con un óvulo, con la consecuente creación de un huevo, llegaría un espíritu vagabundo que se incorporaría a esa vida, que hasta ese momento no era sino materia.

         Por lo mismo, pensaba que los horóscopos, adivinaciones, augurios, vaticinios y predicciones tenían una falla de origen. No hay oráculo que acierte basado en el nacimiento.

         Como a las adivinaciones, a Dios o a los ovnis el ser humano se agarra a ellos al desconocer lo desconocido. Sencillamente, como diría la tía Nereida, unos nacerán con estrella y otros estrellados.

Llegó el descubrimiento de un biorritmo con bases equivocadas. Seguramente, esos cálculos cayeron en desuso al no dar una en los pronósticos y las calculadoras que te vendían hasta en las ferreterías se fueron al cesto de basura.

Para mí, la primera decena del mes de junio me es pésima, de mala suerte, pero en la primera decena del mes de agosto me va de maravilla. En ninguno de los casos había coincidencia con las tablas del biorritmo, basado en la fecha de nacimiento.

         Como dijo Arquímedes cuando descubrió que al entrar su secretaria a la bañera donde él estaba se desplazaba el agua: ¡Eureka! La solución está en el momento de la concepción no del nacimiento. Todo es calcular nueve meses hacia atrás (habrá quienes sean de menos o más meses)

Este descubrimiento me trajo tranquilidad y recomendaría a mis amig@s pregunten a su mamá más o menos cuando fueron concebidos, consultar el biorritmo, y se explicarán, sin tener que acudir a los astrólogos o a los magos, el porqué de días o semanas especiales de buena o mala suerte.

 

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