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A mis viejas amistades

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Fue ayer la comida del Club Primera Plana. En el Colegio de Economistas, de Antonio Caso y Serapio Rendón. Su titular,  tres veces licenciado, economista, periodista y literato, Raúl Gómez Espinosa, ofreció el banquete. Su bonhomía nos conmovió porque suele suceder que las personas que saben agradecer las grandes cosas, son las que también lo hacen ante pequeños detalles que podrían pasar inadvertidos. Gracias.

Viejos y jóvenes amigos. Grandes amistades. Los que llegaron después y siguen los pasos de quienes aún podemos sostener un lápiz .Pero manejarlo con rubor, moral y honestidad. Y, todavía gritar nuestra verdad. No callar para ocultar.

Comparto con ellas la sabiduría que al respecto tiene mucha gente de valer. Por ejemplo repetir las cuatro cosas viejas que son buenas, según dijo la escritora y periodista Tere Gurza: – Viejos amigos para conversar,  – Leña vieja para calentar,  – Viejos vinos para beber y – Viejos libros para leer. Sabias palabras

¡Envejece conmigo! Lo mejor está aún por llegar. Diríamos nosotros

Claro que envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen,  pero la mirada es más libre, la vista más amplia y el cerebro sereno.

Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los cuarenta  siguientes, el comentario. Y el resto, añadiríamos, el epitafio.

Los viejos desconfían de la juventud porque han sido jóvenes:

Pablo Picasso advirtió que cuando le dicen que es demasiado viejo para hacer una cosa, procura hacerla enseguida.

Quién pone en duda que el arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza,

O que la vejez es un tirano que prohíbe, bajo pena de muerte, casi todos los placeres de la juventud.  Agregaría que  a los viejos les gusta dar buenos consejos, para consolarse de no poder dar malos ejemplos.

Envejecer es todavía el único medio que se ha encontrado para vivir mucho tiempo. Nadie es tan viejo que no pueda vivir un año más, ni  tan mozo que hoy no pudiera morir.

Todos deseamos llegar a viejos.  Todos negamos haber llegado.   Cuando uno se hace viejo, gusta más releer que leer. En la boca del viejo todo lo bueno fue, y todo lo malo es.

Es cierto que el joven conoce las reglas, pero el viejo las excepciones.

La vejez comienza cuando el recuerdo, es más fuerte que la esperanza.

En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos.

La madurez del hombre es haber recobrado la serenidad con la que jugábamos cuando éramos niños.

El viejo no puede hacer lo que hace un joven; pero lo que hace es mejor. No hay duda, lo dice un experto que coincide con Hemingway cuando dijo que se necesitan dos años para aprender a hablar y ochenta  para aprender a callar. Y  saber que cuando se es viejo en la carne, se es joven en el alma.

Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día. Sin Vanidad y poca humildad.

Un hombre no es viejo hasta que comienza a quejarse en vez de soñar.

Viejo es quien considera que su tarea está cumplida. El que se levanta sin metas y se acuesta sin esperanzas.

También coincido con quien al terminar de leer todas estas máximas, ya no  recuerda  ninguna.

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